Cuando se habla informalmente de conciliar la vida familiar y personal con la profesional, existen dos ideas básicas que en mi opinión no se suelen mencionar y que resultan fundamentales para establecer en cualquier Organización un plan de conciliación efectivo.
La primera de ellas sería el equilibrio entre las necesidades reales de los trabajadores/as, que objetivamente son tantas como trabajadores/as, y las necesidades reales de la empresa que conforman, que indudablemente tienen que ver con las exigencias de los clientes.
Por ello un plan de conciliación que no contemple las necesidades y urgencias de todas las partes implicadas está condenado al fracaso, entendiendo por el éxito del mismo la consecución de un beneficio recíproco entre todas.
Así, la instauración de medidas dirigidas a la conciliación sin analizar previamente el compromiso real de la dirección y de las personas con este objetivo, sin hacer un seguimiento de las mismas, algo bastante habitual, o simplemente sin tener en cuenta las necesidades de los clientes, son medidas condenadas al fracaso que generan insatisfacción y recelos, lo que estaremos de acuerdo no contribuye a la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, sino todo lo contrario.
El diseño en una empresa de un plan de conciliación “esquivando” conceptos como “plazos de entrega” o “atención inmediata al cliente”, es tan absurdo como pretender conciliar sin tener en cuenta la situación personal de cada trabajador/a.
En este sentido, la participación de la Dirección de la Empresa en todos sus niveles resulta esencial, en igual medida que la del resto de trabajadores/as. Todos ellos asumiendo que la conciliación no es una fotografía fija, sino una secuencia viva de imágenes que tiene que ir cambiando, ya que para que la aplicación de cualquier medida resulte positiva es necesario afrontar los inconvenientes con los que, sí o sí, nos vamos a encontrar.
De ahí el error de quién piensa que se trata sólo de instaurar el mayor número de medidas sin más. En realidad se trata de implantar aquello, sea poco o mucho, que no genere inconvenientes de difícil solución y sí beneficios para todos.
Y en esta tarea la implicación y la solidaridad de “todos con todas” resultan vitales, ya que cuando hablamos de implementar medidas de flexibilidad dirigidas a la conciliación sin que se resienta el servicio, incluso mejorándolo, tenemos que ser conscientes de que, con total seguridad:
- Ajustar o encajar los horarios ante las distintas solicitudes va a ser una tarea compleja y difícil.
- No todas las solicitudes se van a poder gestionar de igual forma o con la misma celeridad.
- Será necesaria una mayor coordinación entre el personal, estableciendo reglas para la atención al cliente cuyo cumplimiento requerirá esfuerzo.
- Será igualmente necesario seguir y controlar la aplicación de las medidas, lo que va a generar un trabajo muy importante de reorganización y conflictos entre compañeros que necesariamente va a haber que atender.
Y cuando hayamos asumido esto, es cuando precisamente más fuerza tenemos que hacer para desterrar de nuestro cerebro la idea de “bueno pues me quedo como estoy” y abrazar la de “¿Qué puedo o qué debo hacer yo para ayudar”?
Cuanto antes asumamos de verdad cuestiones tan básicas, como que la conciliación es un concepto más amplio que ocuparse de la familia y que debemos alentar y estimular a los hombres para utilizar las medidas de conciliación y responsabilizarse de su trabajo doméstico. Que es indispensable que las nuevas medidas de conciliación aseguren las necesidades de las empresas y disminuyan el número de personas que se ven obligadas a reducir su jornada. O tan evidentes como que la sociedad es algo en continua transformación en lo que respecta a la convivencia personal y familiar, al ocio, a los espacios de trabajo, a la tecnología, etc. y que la necesidad de adaptación es constante, antes comenzaremos a avanzar hacia la igualdad.
En cambio, mientras se pretenda utilizar este problema como un arma arrojadiza con el único fin de señalar o identificar culpables (sin asumir que lo somos todos por igual), cada vez nos alejaremos más del objetivo.
¡Pongámonos a lo primero!
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